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martes, 26 de marzo de 2019

Nostalgia Colchagüina - Karen Bail


 

 

 

Nombre del libro: Héroes olvidados II: Nostalgia Colchagüina.

 

Autor: Karen Bail.

 

ASIN: B07PWYWFJF.

 

ISBN: 1091303444.


Páginas:
 242.

 

Editorial: Independiente.

 






Puedes adquirirlo en versión digital y en papel a través de Amazon. ¡Gratis en Kindle Unlimited!

 

 







Sinopsis







Karl ha vivido toda su vida acompañado de un fantasma, el gran amor de su padre. Tras un trágico episodio en su vida, que lo alejó para siempre de su madre, aquel fantasma ha reaparecido. A sus diecisiete años se ve en una encrucijada que lo llena de amargura, sus sueños se ven entorpecidos por la obstinación de su progenitor, por lo que tomará ventaja del pasado para cumplir sus sueños, aunque quizás eso cambie su vida para siempre.

Katrine, obcecada e impulsiva, ha vivido solo con su madre, guardando rencor por no haber conocido a su padre. Ilusionada por conocer el gran amor de quien le dio la vida, hará lo imposible por encontrarse frente a él. La amargura de una vida solitaria, la llevará a descubrir cosas de su pasado, aunque eso signifique hacerle daño a la mujer que le ha dado todo.

Dos jóvenes, dos historias y un gran amor cosechado en Iquique, añejados en el bello valle de Colchagua. 

 

Booktrailer

 

 


 




Reseñas de los compradores






 

 

 

 

 

Primer capítulo







Hotel Colchagua

 

 

 

 

 

A sus cuarenta y ocho años, Daniela había aprendido que la vida te puede brindar sorpresas inimaginables. Un día lo puedes tener todo y al siguiente perderlo. Pero debías estar dispuesto a aprender de ello y sobreponerte, y solo Dios sabía que ella lo había logrado, pues estaba en su época más próspera, al menos familiar y económicamente.

Hacía dieciséis años —dos años después de haber perdido al amor de su vida—, había cambiado el desierto de Atacama por el valle de Colchagua y, a pesar de que extrañaba Iquique, se había acostumbrado a aquella zona vitivinícola. Admiraba enormemente vivir en un país con tantos contrastes, tanto en entorno como en historia, ya que había dejado atrás los días en que se emborrachaba de salitre y culturas originarias, para embriagarse del periodo de la colonia y la calidez del campo chileno. Pero no se había alejado del todo, debido a que en el museo de Santa Cruz —propiedad del mismo dueño del hotel en que ella trabajaba—, había piezas históricas que la llevaban de vuelta al norte de Chile cada vez que lo necesitaba.

Gracias a su experiencia en diversas áreas del turismo, se había dedicado a la hotelería luego de despedirse de Iquique. Siempre había aceptado nuevos desafíos y, tras dejar su anterior trabajo en el aeropuerto de su ex ciudad, había decidido irse a Santa cruz —el corazón del valle de Colchagua—, por aquella oportunidad laboral. El sobrino de su jefe en el aeropuerto, era el encargado de recursos humanos en el Hotel Colchagua, y, tras revisar minuciosamente el antiguo currículo vitae de Daniela, la había aceptado como recepcionista. Pero su eficiencia, ahora, dieciséis años después de empezar ahí, le había otorgado el cargo de gerente en aquel prestigioso alojamiento.

Inspiró profundamente, se estaba atrasando demasiado enseñándole a la nueva recepcionista y, con los años, había perdido más que la paciencia.

—Isabel, sé que los comandos son diferentes en este sistema. Conozco el que manejan en el hotel en que trabajabas. Pero este es mejor y, aunque no lo creas, más sencillo. Mandaré al Julio para que te venga a ayudar. Pero te exijo que estudies un poco más, no puede ser que sigas cometiendo estos errores. Hoy casi anotas mal el apellido de un huésped y eso nos puede ocasionar problemas.

—Es que su apellido era muy raro.

—Ok, lo entiendo. Pero debes tener esto en mente: aunque el huésped se enoje, pregúntale las veces que sea necesario cómo se escribe. Si se enoja lo amenazas con no poner la reserva y punto. Él es el cliente, pero la cortesía se pierde cuando se ponen pesados. Después de todo, estamos ofreciendo un servicio, no pidiendo un favor.

Tras eso, Daniela se despidió de la muchacha y fue a su oficina para buscar sus cosas, se acercaba la hora de su salida y quería llegar pronto a su casa. O en realidad a su departamento. A pesar de que ahora vivía en una ciudad pequeña, con casas coloniales donde el pino oregón había sido reemplazado por las tejas antiguas, Daniela nunca quiso comprar una casa, le gustaba la seguridad del departamento y no quería desprenderse de su recuerdo iquiqueño.

Salió del hotel. No estaba lejos de su hogar, pero, al estar en pleno mes de noviembre, el calor la sofocaba y solo anhelaba despojarse de sus tacones, su falda tubo entallada de color negro; y su blusa que, supuestamente, era fresca. Miró la hora, eran las cinco y quince, su hija estaría en casa ya, esperándola pegada a la computadora. Siempre apuraba el paso, no temía por su seguridad viviendo en un lugar tan tranquilo, pero no le gustaba dejarla sola. Por las mañanas desayunaban juntas, luego se iban caminando al centro de la ciudad y Daniela se quedaba en el hotel, mientras su pupila cruzaba la calle para llegar al colegio católico en donde cursaba su último año de preparatoria.

Daniela se empeñó por demostrar su potencial en el trabajo y, con suma satisfacción, se había ganado el respeto de sus colegas. Su hija, que al llegar a Santa Cruz tenía apenas un año de vida, había estado muy bien protegida en la guardería que el hotel proporcionaba a sus empleadas, y de esa manera aquel lugar que alojaba turistas, se había convertido en su fortaleza.

Teniendo méritos en su área laboral, su jefe —ahora jubilado—, le había dado todas las regalías para poder vivir tranquilamente como mujer trabajadora y madre, así que, cuando su hija Katrine empezó a asistir al colegio, Daniela nunca tuvo inconvenientes. Bueno, sí tuvo uno. Decidió inscribir a su hija en el colegio que se encontraba frente al hotel —luego de cruzar la Plaza de Armas—, debido a que le sería fácil acudir en su ayuda. Pero en la entrevista se sintió incómoda, su hija Katrine Ignacia Herrera Herrera no tenía un padre. No le pusieron ataduras, pero le molestaba que le dijeran frases como: «¿Tienen el mismo apellido sus padres o…?», «Debe traer la libreta de matrimonio… si la tiene» o «Tenemos muchas madres solteras, las ayudamos como podemos». Su hija no necesitaba un padre, ella no necesitaba un marido y ninguna de las dos necesitaba a su familia, pero eso no sería muy comprendido.

Al llegar al Hospital Santa Cruz —en la ciudad, todo tiene el mismo nombre—, apuró el paso; ya nada más le quedaban un par de metros para llegar. Saludó al guardia e ingresó al patio común, con jardín y piscina. No era tan hermoso ni lujoso como el de Iquique, aunque sí le había costado casi lo mismo, pero le gustaba, sobre todo porque vivía muy poca gente. Era un único edificio de veinte pisos, pero, como en los alrededores de Santa Cruz había casas de campo y parcelas, las ventas habían sido ridículas así que tenía muy pocos vecinos. Sin ir más lejos, en su piso había solo un matrimonio joven.

Tocó la puerta de su departamento. Tenía llave, claro está, pero nunca la ocupaba para asegurarse de que su hija estuviese adentro. O que ella y su novio no estuvieran en alguna extraña postura. Después de unos segundos, sintió unos pasos arrastrarse por la estancia. A veces se preguntaba si lo hacía para molestarla o bien tenía un problema para levantar bien los pies. La puerta se abrió, dejando al descubierto unos saltones ojos azules que demostraban cansancio.

—Vas a tener que acostumbrarte a llevar la llave. El próximo año estarás sola.

Una espina se clavó en el corazón de Daniela. Sabía que su hija, que rendiría en un par de semanas la prueba de selección universitaria, al año siguiente empezaría sus estudios de Teatro en Santiago y, aunque estaba demasiado orgullosa, sabía que ahora de verdad estaría sola y triste en aquel departamento.

—Hola mamá —empezó a burlarse—, ¿cómo te fue en el trabajo? Bien, hija mía, de maravilla, ¿y a ti en el colegio? Excelente, madre querida.

Su hija blanqueó los ojos mientras se sentaba frente a la computadora. Tenían una buena relación, con altos y bajos, pero la vida había sido tranquila. Daniela la miraba y la encontraba hermosa. Entre las dos se parecían mucho, a excepción de los ojos, y esa diferencia hacía que Daniela mirara a Bjørn cada día de su vida, reflejado en el fruto de su amor. Nunca pudo contactarse con él para contarle, ni cuando supo que era libre. Tenía pánico, no quería aprovecharse de las desgracias del mundo para ser feliz.

Tras darse un largo baño, se vistió con un short y una camiseta de aseo. Katrine se encargaba de acomodar las camas y de limpiar las habitaciones, en tanto ella limpiaba la cocina, el baño y la pequeña sala de estar. Salió de la habitación y, tras buscar todas sus herramientas de limpieza, puso en su teléfono su lista de reproducción favorita, dejándose acompañar por la antigua canción «Sabor a ti» de Olga Tañon. Su hija, blanqueando los ojos tras la introducción instrumental, tomó su computadora.

—¡Ay mamá! Deberías cantar en tu cabeza. Así no se puede estudiar.

—¿Canto mal? —preguntó, llevándose la mano derecha al pecho fingiendo pesadez.

Lo único que escuchó tras eso, fue el portazo de su hija al ingresar a su habitación, quien probablemente estaría con sus audífonos puestos.

 

 

 

Si te gustan las novelas románticas plagadas de historia y sucesos interesantes, has llegado al lugar indicado.

Nostalgia Colchagüina es la segunda parte de la bilogía Héroes Olvidados, que empieza en Iquique Glorioso.

Es una novela mágica, que te hará viajar sin la necesidad de salir de casa, eso te lo aseguro.

 

¡No te arrepentirás!

 

 

 


jueves, 7 de marzo de 2019

Reseña del libro "La Historia de Jameela: Sueños Rotos"



¡Feliz jueves para todos! ¡Sean bienvenidos a una nueva entrada del blog!

As-salam aleikom (La paz esté contigo)

¿Por qué acabo de cambiar de idioma? No se asusten, seguiré con el español, pero quise poner un poco de la identidad del libro de hoy. Con orgullo les presento la reseña del libro "La historia de Jameela: Sueños rotos", de la escritora Bella Hayes. La segunda entrega de la trilogía de las hermanas Sfeir.

Te invito entonces a adentrarte en esta historia, con un libro que de seguro te transportará completamente, y espero que mi reseña le haga honor.




Sin más preámbulos, empecemos...






Nombre del libro: La historia de Jameela: Sueños rotos. Trilogía hermanas Sfeir n°2.

Autor: Bella Hayes

ASIN: B07F77NNFF

ISBN-10: 198334527X

Páginas: 240

Editorial: Independiente

Puedes adquirirlo en versión Digital o Impresa a través de Amazon. ¡Gratis en Kindle Unlimited!